¿Cómo eran las mujeres de la Prehistoria? ¿Realmente
ejercían ese papel subordinado y pasivo que solemos pensar?
En uno de los relatos de su libro "Espejos" (2008)
el escritor uruguayo Eduardo Galeano, al volver de una visita suya a las cuevas
de Altamira, declaró:
"Las vi tendido en una mesa de piedra, y mirando hacia
el techo porque estaban pintadas en el techo de la caverna y entonces, me hice
una pregunta, que es la pregunta que está aquí en el texto, que voy a leer
ahora:
Me hice la pregunta y durante muchos años, estuve leyendo
los libros que iban apareciendo sobre el tema y comprobé que la pregunta no era
muy frecuente porque a nadie se le había ocurrido la posibilidad de que las
pinturas prehistóricas fundadoras de la belleza en el mundo, fueran obra de las
mujeres.
Y esto no tiene nada de raro, porque las mujeres han sido
ninguneadas por la historia oficial y maltratadas por la historia real."
Todas hemos oído esa frase que reza “Los hombres son de
Marte, las mujeres son de Venus”. Lo que viene a decir esta frase es que
hombres y mujeres contamos con unas características intrínsecas que nos hacen
diferentes entre nosotros. En esta frase subyace un argumento innatista, según
el cual todas las mujeres -españolas, rusas, namibias, vietnamitas o cherokees-
somos y pensamos prácticamente igual, del mismo modo que los hombres. Desde los
albores de la humanidad, hombres y mujeres hicieron un reparto de tareas y, en
función de las mismas, nuestros cerebros se fueron desarrollando de un modo
diferente.
Para apoyar esta aproximación a las diferencias entre sexos,
muchas obras recurren a teorías biologicistas que, como podréis adivinar,
justifican que los hombres realicen trabajos físicos rudos o considerados más
peligrosos, y las mujeres labores de cuidado y crianza. Yo siempre he sido más
de teorías ambientalistas (lo que determina en mayor medida el desarrollo del
ser humano son los estímulos que recibe del exterior y el contexto en el que
vive), pero debo admitir que alguna vez me he dejado engatusar por estos
argumentos. Es más fácil pensar que los hombres son así porque tienen un pene
entre las piernas, o que las mujeres somos asá porque tenemos útero o vagina.
Es simple, no tiene vuelta de hoja y, además, nos quita toda responsabilidad en
la educación y desarrollo de nuestras/os hijas/os. Total, si todo está
predeterminado… Pero me temo que todo este lío tiene una explicación bastante
más compleja.
“No existe un mandato biológico o evolutivo que haga que a
sólo a las mujeres les importen los bebés y muestren más emociones, o que los
hombres sean mejores en la economía y la política y prefieran las cervezas (…).
Es la fuerza de los mitos sociales sobre los sexos.”
Agustín Fuentes, antropólogo.
Pensando en todo esto, me surgió la necesidad de saber algo
más sobre el origen de nuestra especie.¿Realmente es cierto que las mujeres de
la Prehistoria se dedicaban en exclusiva a recolectar y a la crianza de la
prole? ¿Es cierto que sólo los hombres iban a cazar y que esa es la explicación
de que supuestamente tengan más desarrollada la inteligencia espacial o
psicomotriz? Si éste era el argumento que justificaba que las mujeres estemos
donde estamos, quería saber si era cierto.
Pues bien, resulta que ese cuento de mujeres alborozadas
recibiendo a hombres que vuelven a la cueva con un bisonte a rastras no tiene
por qué ser cierto.
Existen varias manifestaciones plásticas en lugares
distintos que confirman que las mujeres cazaban en la Prehistoria; algunos
ejemplos son las pinturas de “escenas de caza” prehistóricas: cazadoras
capsienses de África del sur de Damaraland y de Bramberg pintadas hace más de
6.000 años, o las de la costa levantina española, datadas alrededor del año
5000 a.d.C.
Por otra parte, las evidencias muestran que el pueblo
Neanderthal sílo contaba con armas muy primitivas, lo que sugiere que tenían
que unificar fuerzas para matar animales grandes. Y las numerosas fracturas
encontradas en esqueletos de mujeres neanderthales indican que ambos sexos
podrían haber participado en labores peligrosas (Steve Kuhn, antropólogo).
Para aclararnos: en la Prehistoria, las cosas ya estaban lo
suficientemente difíciles como para relegar a la mitad de la población a
quedarse “en casa”. De cualquier modo, Lichardus (1987) afirma que se
alimentaban de forma muy variada, y que la carne no pudo desempeñar el papel
que a veces se le atribuye. Según Nathan (1987), no constituía más que una
tercera parte del total del consumo de calorías.
Pero lo que más me ha gustado encontrar es la teoría de
Francisca Martin-Cano Abreu (2001), según la cual tanto en las familias
paleolíticas como en las neolíticas la mujer gozaba de un gran poder social y
económico, dado que era la que aportaba los dos tercios de las calorías necesarias
para la supervivencia del grupo. Tenía autonomía para moverse e ir a cazar o
recolectar, y su doble aportación económica y reproductiva le permitía tener
poder político y religioso.
Según la arqueóloga española Margarita Sánchez Romero, “los
estudios etnográficos sobre sociedades actuales demuestran que lo extraño es
encontrar una actividad que sólo acometan hombres o mujeres. El reparto de
trabajo es una construcción social y, por tanto, cada sociedad la gestiona como
mejor entiende. En las sociedades de la prehistoria no tenemos datos que nos
lleven a pensar que las mujeres no cazaban o que no intervinieron en
determinadas producciones, como la de piedra tallada o la metalurgia. Además,
muchas imágenes del pasado las muestran plenamente integradas en cuestiones
rituales y religiosas. Por otra parte, los ajuares funerarios que encontramos
en las sepulturas enfatizan más las diferencias en estatus social y en la
realización de determinados trabajos, que en la existencia de desigualdades
entre mujeres y hombres.”
Parece que las mujeres no eran simples objetos sumisos
propiedad de los hombres, ni tampoco eran esclavas inútiles que dependían de la
comida que los hombres proveían. Los hombres dependían de las mujeres tanto
como las mujeres dependían de ellos.
Dicho todo esto, hay que recordar que todos estos estudios
nunca son concluyentes. La esencia misma de la Prehistoria (sin documentos
escritos y tan, tan lejana en el tiempo) provoca que el método científico sólo
obtenga conjeturas y supuestos en términos de probabilidad.
Pero para mí ha sido muy importante descubrir que hay otras
versiones de la historia. Que esos pueblos que nos precedieron quizás no fueran
tan “salvajes” como solemos pensar.
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